Practicamente desde que uno tiene “uso de razón” está sometido a un proceso de decisión continúa. Si bien desde tu infancia, tu capacidad de elección se ve condicionada por el superior criterio de tus progenitores, ya en esos momentos empiezas a ser consciente, en menor medida, de estas elecciones que debes realizar a lo largo de tu vida.

Incluso vemos como las pequeñas decisiones que se toman en la infancia condicionan tu madurez posterior e incluso tus probabilidades de éxito o fracaso en la vida, como así sucedía en el conocido “test de las golosinas” (1).

En nuestra adolescencia debemos escoger si deseamos seguir la rama de “ciencias” o “letras”, primera gran decisión que debemos tomar.

He de reconocer que personalmente me decanté por la primera opción, dado que tenía un mayor campo de acción que las letras.

Llegados los 18 años, tuve que afrontar otro de los grandes dilemas: estudiar medicina o derecho.

Admito que mi notoria “aprensión” rallando la hipocondría (2) hicieron que finalmente optara por el mundo de las Leyes en detrimento del estudio de la ciencia médica.

Finalizados los estudios en la Facultad, he de avanzar que la opción entre trabajar en un despacho de abogados o dedicarme al ámbito público, la tenía bastante meditada.

Desde un primer momento tuve claro que debía “opositar” para tener una cierta estabilidad económica y laboral. Si bien es cierto que conforme estudiaba la carrera de Derecho, sentía predilección por ciertas oposiciones, una vez finalizada la carrera, en mi decisión primó la tradición familiar.

Aun siendo una cuestión que ya había madurado, y estaba decidido a ello, existían ciertos aspectos de la oposición que me causaban “inquietud”.

Lo que provocaba tal sentimiento era la incertidumbre a la que uno parece enfrentarse cuando inicia el estudio de los temas. No sabe cuánto tiempo tardará en leer, comprender, asimilar y en su caso memorizar los mismos. Es un proceso de aprendizaje continuo, no solo desde el punto de vista jurídico, sino también psicológico.

Todavía recuerdo la primera vez que asistí a la casa del preparador, donde pude contemplar como algunos compañeros recitaban los temas como el “Padre Nuestro”.

Las clases para “cantar” los temas eran los miércoles, y ese día siempre sentía un cosquilleo especial por demostrar que había estudiado correctamente los temas correspondientes., y así cada miércoles de manera prácticamente ininterrumpida.

Si bien dicen que para adquirir un hábito e incorporarlo a tu rutina se requieren 21 días (3), he de reconocer que los primeros meses son los más complicados.

Esas “complicaciones” vienen dominadas por utilizar el método “comparativo”, es decir, veías como amigos de tu entorno ya empezaban a trabajar y, en su caso, a percibir unas retribuciones por dicho trabajo. El opositor, salvo que lo compagine con una actividad laboral, no tiene ningún ingreso.

Por amigos, familiares y entorno más próximo siempre había escuchado que iban a “cantar”.
Desde luego “cantar” no era “hablar sobre un tema” como cuando uno entabla una conversación, sino que debía articular las palabras con cierta fluidez, de manera que diese tiempo a exponer los 4 temas en el examen oral ante el tribunal, distribuidos en algo más de 13 minutos y medio por tema.

Sin ánimo de extenderme en el desarrollo de los ejercicios de la oposición, el principal miedo al que se enfrenta el opositor es la “incertidumbre” por saber si finalmente será uno de los escogidos, porque ya se sabe que “son muchos los llamados y pocos los escogidos” (4).

Es precisamente esa competencia la que genera ese sentimiento. Personalmente pasé por períodos en los cuales pensé en “dejarlo”, pero debo admitir que era con la “boca pequeña”, puesto que ya me sabía el temario y no había vuelta atrás. Es como si uno estuviese remando en mitad de un Océano y se encuentra en un punto intermedio, no hay posibilidad de deshacer lo realizado. Ése era mi sentimiento ante tal disyuntiva.

Obviamente influye el azar en la oposición, como cualquier aspecto de nuestras vidas, pero no es una moneda al aire donde la probabilidad está al 50%. Parafraseando al gran Picasso, “que la suerte me pille trabajando” (5). Sabía que cuanto mayor era el grado de estudio, menor posibilidad habría para “tentar a la suerte”.

En definitiva, haya salido “cara” o “cruz” la moneda, de lo que nunca he dudado son los valores que me ha transmitido la oposición, los cuales han marcado mi posterior desarrollo profesional. El sacrificio, la tenacidad, la resiliencia, templanza son aspectos de mi personalidad que he podido desarrollar gracias al gran ejercicio de introspección que ha supuesto para mí el estudio de la oposición. Por “suerte” acabe ganando la oposición, pero creo todos podemos sacar aspectos positivos de esta experiencia.

Para otro día dejamos el debate si es el actual el mejor sistema posible de selección o si deben actualizarse los métodos de ingreso en el empleo público…

(1) La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo.

(2) En 1887, el padre de la psicología científica, William James, escribió un artículo, ‘El hábito‘, en el que exponía la enorme plasticidad cerebral y cómo son necesarios 21 días para la formación de un nuevo hábito.

(3) Conocido originalmente como «The Marshmallow Test», esta prueba consistía en llevar a un niño a una habitación donde había una golosina (una nube de azúcar o Marshmallow en Inglés) y le decían que si era capaz de resistir la tentación y no comérsela durante 15 minutos, después podría tomar más de una.
Tras catorce años de seguimiento de los niños que pasaron por el experimento, Mischel descubrió que aquellos que se mostraron más impulsivos y no fueron capaces de esperar, tenían más baja autoestima y umbrales de frustración menores, mientras que los que habían esperado eran personas socialmente más competentes y con mayor éxito académico, también eran menos propensos a mostrarse agresivos y a mostrar una reacción exagerada si se ponían ansiosos por el rechazo social.

(4) En Mateo 22:14 Jesús nos dice que “muchos son llamados y pocos escogidos.”

(5) En realidad Picasso señaló “Cuando llegue la inspiración, que me pille trabajando “.